miércoles, noviembre 03, 2010

papelitos de colores

El concepto es básico: como sociedad tenemos una convención para realizar las transacciones comerciales. Los papelitos de colores son el objeto de intercambio por un bien, producto o servicio, que puede ser utilizado en un nuevo intercambio sin perder su valor o posibilidad de ser reutilizado.

Los humanos tenemos cierta tendencia a acumular papelitos. Nos da seguridad, muchos creen que somos aquello o esto, de acuerdo a la cantidad de papelitos que tenemos. Los papelitos de colores son iguales según las regiones, y el color y la numeración, son las que le dan su valor en el mercado.

Pero básicamente están todos hechos de una forma y material similar, aunque algunos sirven para comprar cosas mas valiosas que otros; por papelitos trabajamos, transamos, matamos, nos prostituimos, enterramos nuestros ideales, damos la vida, entregamos nuestra carne…

¿Qué le da real valor a un billete? ¿El tesoro que respalda a quien emite la moneda o la necesidad de quien pretende tenerlo?

Porque cuando uno tiene muchos papelitos, están valuados en función a la utilización que les sean dados, pero cuando uno tiene muy pocos, estos pasan a estar valuados de acuerdo a necesidades especificas, las que les dan un valor agregado.

En definitiva, cuando tenés mucha plata, diez pesos no son nada, y cuando estas sin un mango diez pesos son un montón…

Con billetes se cubren, generalmente, las necesidades, y éstas están cubiertas por bienes y servicios.

Nadie puede comer billetes, pero con ellos se consigue la cena.

Uno que de la vida no sabía nada, un día planteo la loca idea de que todos los billetes deberían tener fecha de vencimiento, así habría que pasarlos a otro, antes que se venzan.

(A esta altura me pregunto si la inflación no es una forma sutil de darle vencimiento a una moneda) y así, mientras no estuvieran guardados en habitaciones cerradas, los papelitos no perderían significado ni valor.

Todo esto del comercio, que no se sabe si empezó con el cuerpo o la comida como objeto de intercambio y luego algunos de ellos pasaron a ser los metales y la sal, después las joyas y los billetes, el siglo XX se consagra como la era del plástico; y en el XXI, las transacciones se hacen en unas cajas de plástico y metal en las cuales los valores no se mueven, pero se transportan.

Sin embargo, en el siglo XX el sistema capitalista encontró la forma de quitarle el sentimiento de perdida, (el cual genera la culpa), a las transacciones comerciales.

La frase “el dinero se nos va de las manos”, ya no tiene tanto valor porque la tarjeta de crédito, el plástico, vuelve hacia nosotros intacto, casi imperturbable.

En ese momento, -y tan solo en ese momento- la sensación de haber dado algo a cambio por el bien o servicio adquirido no es tan grande, porque nuestro objeto de intercambio (el dinero, en este caso) no se nos va delante de nuestras narices.

Durante los ’90, en la argentina el manejo de la economía por parte de nuestros gobiernos y la incapacidad del pueblo de elegir a dirigentes que valgan la pena, hizo que ante la escasa circulación de papelitos de colores, vuelva gran parte de la sociedad a la forma primaria de transacción comercial: el trueque.

Cientos de miles de personas se volcaron a esta idea primitiva, tomando como valor de intercambio el producto a intercambiar, por otro producto de intercambio, que cubriera nuestra necesidad.

Quedo demostrado que esta forma de relación, producto-producto, generaba en las personas otro concepto que se extendía a las relaciones personales, porque el valor del producto a adquirir era proporcional a la necesidad que éste generaba.

Sólo que un día, alguien muy vivo o muy tonto, se le ocurrió emitir un bono, un maldito y miserable bono que corrompió el sistema y lo hizo fracasar.

De todos modos en el mundo de hoy sería imposible lograr transacciones, sin una moneda de valor nominal, por lo menos, bajo las condiciones actuales de relaciones comerciales, impuestas por distancias, tiempos, idiomas y culturas.

El dinero está asociado directamente con el placer, y este placer que nos genera el cubrir una necesidad primero, para luego ver que ante la abundancia de dinero, las necesidades van cambiando.

En el siglo veinte, se creó un concepto de venta distinto, y por ende se crearon nuevas formas de consumo, ya que las primeras formas de publicidad orientaban los productos a ciertos grupos de consumo de acuerdo a sus necesidades y estando estas ya cubiertas, se creó un nuevo paradigma publicitario:

“Compro porque puedo aunque no lo necesite”.

“Compro porque tengo con qué, porque ello me satisface”.

“Compro por quiero, porque esa compra cubre la falta de todo eso que no tengo, y que no puede ser comprado”.

Aprendieron que el valor de un producto puede ser impuesto, en conceptos de venta, hablándole al corazón del consumidor, más que a su intelecto.

El desafío en los tiempos que corren, es lograr que los gobiernos y las grandes corporaciones vean a las personas como ciudadanos, y no como consumidores.

2 comentarios:

Pupolina dijo...

Me atrapó muchísimo la idea que planteaste. Incluso nunca me había puesto a pensar en el trueque como una idea corrompida por el hecho de utilizar (luego) un bono o un crédito. Realmente todo hubiese adquirido una idea diferente. La gente le hubiese dado un valor al objeto, no un precio. ¿Ese es el punto o me equivoco?

En fin. Gracias por hacernos pensar.

RODOLFO GRIJALVO dijo...

Hola amiga, esta nota es parte del guion de un programa que estoy haciendo en tele.
www.ddbariloche.com.ar ahi publico tambien seguido.
Vos bien? ahora me voy a tu blog.